La semana pasada, el ciclo Ibercamera le hizo debutar en el Palau de la Música de Barcelona. Y 100 años después de que Enrique Granados estrenase ahí sus Goyescas, él las recuperó con enorme pasión. "Es lo más local que hay, más que Albéniz", asegura mientras subraya su propio origen catalán. En ocasiones, Prats hizo sonar el resto del repertorio -Ravel, Fariñas, Lecuona, Cervantes- como si entre él y las enroscadas paredes del edificio de Domènech i Montaner hubiese una orquesta invisible. Cada tecla como un instrumento distinto. De una técnica y una sensualidad abrumadoras, basa su ideología en el equilibrio. Porque el pianista Arthur Rubinstein le dijo un día que no hay peor enemigo de la interpretación que el "muy". Nada que suene muy rápido, muy lento, muy fuerte, muy bajo, cree, puede alumbrar algo bueno. el pais
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