Prats no está en su treintena, no se comporta como una estrella del pop y no le gustan las entrevistas. Hasta hace poco, este poderoso pianista daba clases a niños en Lalín, un pequeño pueblo de Pontevedra donde vivió un año y medio. Todavía le emociona recordarlo. Porque a sus 54 años, Prats es el interesante reverso de la moda de los nuevos talentos de la interpretación. Tras una larga y discreta carrera -la mayoría del tiempo con la sordina cubana-, los focos le iluminaron hace unos tres años, cuando el promotor de piano Marco Riaskoff recibió unos DVD cuyos perturbadores fragmentos circulan por YouTube con insólito ajetreo. Inmediatamente pasó a compartir ciclo con figuras como Pollini, Zimerman o Barenboim y abandonó la oscuridad de los fosos donde su piano acompañó un día a Alicia Alonso. Hoy vive en Miami, pero le reclaman en media Europa. el pais
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